Reflexión espiritual inspirada en el pensamiento del Padre Eustratios Golovanski

Queridos hermanos en Cristo,

La blasfemia es una de las ofensas más graves que puede cometer el ser humano contra Dios. Se manifiesta no solo con palabras, sino también con gestos, escritos, imágenes o cualquier expresión que denigre, desprecie o insulte al Señor. Es una herida directa al amor divino, una falta de reverencia al Creador que nos sostiene en cada instante.

🕯️ San Basilio el Grande nos enseña que mientras el pecado transgrede la ley divina, la blasfemia va más allá: es una irreverencia abierta contra la Persona misma de Dios. Por eso, en la ley mosaica, se establecía la pena más severa para el blasfemo:

“El que blasfeme el nombre del Señor, morirá” (Levítico 24:16).

San Juan Crisóstomo, con su sabiduría luminosa, nos recuerda que esta norma se aplicaba en tiempos del Antiguo Testamento, cuando la humanidad aún estaba en su infancia espiritual. Pero ahora, en la era de la gracia, ¿Qué diremos de aquellos que blasfeman contra el Creador del universo? ¿Qué castigo sería proporcional a tal ofensa? ¿Qué tormento podría reflejar la gravedad de una alma que ha caído en semejante oscuridad?

“Ni el fuego eterno, ni el gusano que no muere, ni el llanto ni el rechinar de dientes bastan para castigar adecuadamente a quien blasfema contra Dios.”

🤔 ¿Es blasfemia quejarse de la “mala suerte”?

Muchos se preguntan: ¿es blasfemia lamentarse por la mala fortuna? La respuesta, hermanos, es clara. ¿Puede un cristiano creer que su vida está regida por el azar, por coincidencias sin sentido, y no por la sabia y amorosa Providencia de Dios?

Nuestro Señor Jesucristo nos habló con ternura sobre este tema:

“¿No se venden cinco pajarillos por dos monedas? Y sin embargo, ninguno de ellos está olvidado ante Dios. Hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados. No temáis, pues, porque valéis más que muchos pajarillos” (Lucas 12:6–7).

💞 Dios, como Padre bueno y sabio, conoce los caminos que son mejores para cada uno de sus hijos. Y aunque respeta nuestra libertad, guía nuestra vida con amor, incluso en medio de las pruebas. Por eso, cuando nos quejamos amargamente ante las dificultades, es como si estuviéramos protestando contra Dios mismo. Y eso, sí, es una forma de blasfemia.

🌤️ Aceptar con gratitud, vivir con confianza

Creámoslo con firmeza: todo lo que nos sucede —lo dulce y lo amargo— viene permitido por el amor de Dios para nuestro bien. En todas las circunstancias, aprendamos a estar agradecidos y en paz. De lo contrario, seremos como aquel que lanza piedras al cielo… y las recibe de vuelta sobre su propia cabeza.

Que nuestra fe sea humilde, nuestra lengua reverente, y nuestro corazón confiado en la Providencia divina. Así viviremos como verdaderos hijos de Dios, glorificando su Nombre en todo momento.