En el camino espiritual, uno de los mayores desafíos que enfrentamos no es la ausencia de fe, sino la confusión sobre lo que realmente creemos. Muchos dicen tener fe, pero ¿hemos profundizado en el contenido de esa fe? ¿Conocemos verdaderamente al Dios en quien decimos confiar?

“La fe no es simplemente creer que Dios existe, sino confiar en Él como Padre amoroso.”

— San Juan Crisóstomo

La existencia de Dios no está en debate para la mayoría. Incluso quienes se alejan de la práctica religiosa suelen reconocer, aunque sea vagamente, que hay una realidad superior. Pero la fe cristiana ortodoxa no se limita a aceptar que Dios existe. La fe verdadera implica confianza, entrega, comunión. Es una relación viva con el Dios que nos ha creado, que nos sostiene, y que no nos abandona.

“Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia.”

Proverbios 3:5

🕊️ Dios como Creador y Padre

Dios no es un concepto abstracto ni una fuerza impersonal. Es nuestro Creador, nuestro Padre. Nos ha formado con amor y nos sostiene con misericordia. Y como Padre, jamás abandona a sus hijos. Sin embargo, vivimos como si estuviéramos solos, como si todo dependiera de nuestras fuerzas. El estrés, la ansiedad, la desesperanza que nos rodean son síntomas de una enfermedad espiritual: la falta de confianza en el amor de Dios.

“¿Puede una madre olvidar a su hijo? Aunque ella lo olvide, yo no te olvidaré.”

— Isaías 49:15

“El alma que confía en Dios nunca será abandonada.”

— San Isaac el Sirio

“El alma que confía en Dios nunca será abandonada.”

— San Isaac el Sirio

No creemos, en lo profundo, que Dios sea amor. Lo decimos, lo cantamos, lo repetimos en nuestras oraciones, pero no lo vivimos. Y cuando no vivimos esa verdad, nuestra alma se enferma. Necesita sanación, necesita reconciliación, necesita volver a su fuente.

💔 El alma enferma y la necesidad de sanación

Nuestra alma está herida por el pecado, por el egoísmo, por la búsqueda constante de placer que domina el mundo moderno. Cada pecado, en su raíz, es una elección de placer sobre la voluntad de Dios. Y este espíritu hedonista se ha infiltrado en todos los niveles de nuestra vida: en nuestras decisiones, en nuestras relaciones, en nuestra forma de pensar.

“Cada pecado es una herida en el alma, y solo el Médico divino puede sanar.”

— San Basilio el Grande

“No son los sanos los que necesitan médico, sino los enfermos.”

— Mateo 9:12

Pero hay esperanza. La sanación es posible. Si volviéramos nuestra atención a la salud de nuestra alma con la misma intensidad con que perseguimos el bienestar físico o material, experimentaríamos una transformación profunda. La vida tendría otro sentido. El sufrimiento, incluso, adquiriría un valor redentor.

“El sufrimiento purifica el alma como el fuego purifica el oro.”

— San Gregorio Nacianceno

✝️ La fe comienza con la humildad

Para iniciar el camino de la fe, debemos reconocer nuestra necesidad de Dios. Y eso requiere humildad. Vivimos culpando a los demás por nuestras caídas: “Si no me hubieran provocado…”, “Si no me hubieran herido…”. Pero la fe verdadera comienza cuando asumimos responsabilidad por nuestras propias decisiones, cuando dejamos de juzgar a los demás y comenzamos a examinarnos a nosotros mismos.

“El principio de la sabiduría es el conocimiento de uno mismo.”

— San Antonio el Grande

“Examínate a ti mismo, y verás que la raíz de tus males no está en los demás, sino en ti.”

— San Doroteo de Gaza

“¿Por qué miras la paja en el ojo de tu hermano, y no ves la viga en el tuyo?”

— Mateo 7:3


La mayoría vive en un juicio constante, no hacia los demás, sino hacia sí mismos, aunque no lo reconozcan. Y creemos que si los demás desaparecieran, seríamos mejores personas. Pero eso es una ilusión. El problema no está fuera, está dentro. Y solo Dios puede sanarlo.

💖 Confiar en el amor de Dios

La solución no es compleja, pero sí profunda: confiar en el amor de Dios. Si lo hiciéramos de verdad, sabríamos que no estamos solos, que somos amados, que hay propósito incluso en nuestras pruebas. La fe no es una teoría, es una experiencia. Y esa experiencia comienza cuando dejamos de mirar hacia afuera y comenzamos a mirar hacia lo alto y hacia dentro.

“El que confía en Dios no teme las tormentas, porque sabe que Cristo está en la barca.”

— San Serafín de Sarov

“La fe es ver con los ojos del corazón lo que los ojos del cuerpo no pueden ver.”

— San Gregorio de Nisa

Que el Señor nos conceda la gracia de confiar en Él, de reconocer nuestra necesidad, y de caminar con humildad hacia la sanación de nuestra alma.