En la vida cristiana, el criterio último de juicio no será el conocimiento, ni las obras visibles, ni siquiera la religiosidad externa. Seremos juzgados según el amor. Esta afirmación, sencilla pero radical, nos invita a revisar el corazón y la mirada con la que nos relacionamos con los demás.

💬 Mucho se habla del amor… pero ¿lo vivimos?

Vivimos en una época donde se habla constantemente del amor: en conversaciones personales, en discursos sociales y políticos, en campañas que promueven el cuidado del otro. Pero hay una diferencia esencial entre preocuparse por alguien —darle de comer, ayudarlo a prosperar— y amar verdaderamente a la persona.
Lo que falta, muchas veces, es el amor por el ser humano en sí mismo. No solo por sus necesidades, sino por su misterio, por su existencia profunda, por aquello que lo hace único. Amar al otro no es solo responder a su carencia, sino reconocer su dignidad, su valor, su imagen de Dios.

✝️ El amor pasa por Cristo

El amor cristiano no es genérico ni sentimental. Es amor en Cristo, por Cristo y hacia Cristo. Por eso el Señor dice: «Lo que hicisteis a uno de estos, a mí me lo hicisteis» (cf. Mt 25,40). No se trata de ver al prójimo como un objeto de ayuda, sino como lugar de encuentro con el mismo Cristo.
Cuando el otro envejece, pierde sus capacidades, se vuelve difícil de tratar, ¿cómo lo soportamos? Solo si vemos en él el rostro de Cristo. Porque Cristo está en el hambriento, en el sediento, en el enfermo, en el encarcelado. No como una metáfora, sino como una presencia real. El ser humano, creado a imagen de Dios y bautizado en Cristo, es morada del Señor, aunque externamente no lo parezca.

❤️ Amar al otro es descubrir a Cristo en él

Estamos llamados a amar a la abuela que nos irrita, al abuelo que repite historias, al niño inquieto, a la madre que juzgamos, al padre que los jóvenes critican. Pero no podemos amarlos si no descubrimos a Cristo en lo profundo de cada uno. Al buscar a Cristo en ellos, encontramos también al verdadero ser humano. Porque el hombre no es solo un recipiente donde se esconde Dios: es imagen viva de Él. Está injertado en Cristo, y en cierto modo, se convierte en Cristo.
Así, al buscar a Cristo en el otro, lo encontramos y lo amamos. Y ese amor transforma nuestra vida.

🌍 Vivir en amor, morir en amor, ser juzgados por amor

El cristiano vive en amor, se abre a todos, discierne dónde hay necesidad —hambre, sed, prisión, especialmente en sentido espiritual— y se convierte en amor para todos. Sirve con amor, acoge con amor, actúa con amor. Y cuando parte de este mundo, lo hace en amor.
Después de la muerte, en la primera y luego en la definitiva manifestación del juicio, el Señor mirará el amor. No nuestras palabras, no nuestras apariencias, sino el amor vivido.

🙏 Oración final

Pidamos al Señor que nos conceda el don del amor, que nos transforme en amor, que nuestras obras sean expresión de ese amor. Que Él vea en nosotros frutos de caridad y nos coloque a su derecha, en su Reino, y nos libre de la condena eterna.