La oración es volver la mente a Dios. Es la conversación con Dios. Es la unión del hombre con Dios. La oración es la obra más alta que el hombre puede hacer en la tierra.

“La oración es la conversación con Dios, la teoría de lo invisible. No hay nada más elevado que la oración” (Gregory Nyssis).

“La oración es obra de los ángeles, que sobrepasa incluso su valor. La oración equipara al hombre con los ángeles y lo diferencia más que nada de los animales» (San Juan Crisóstomo).

“Así como la vista es superior a todos los sentidos, así la oración es más divina y sagrada que todas las virtudes” (Nilos el asceta).

“La oración es unión del hombre y Dios, fuente de virtudes, alimento del alma, iluminación de la mente, espejo del progreso espiritual. Así como el soldado muestra su amor al oficial en el momento de la batalla, así el cristiano muestra su amor a Dios en el momento de la oración” (Juan Climacus).

Entonces, si queremos verificar nuestro progreso espiritual y nuestro amor por Dios, investiguemos cuánto oramos y cómo oramos.

San Gregorio el Teólogo, resumiendo el valor y la necesidad de la oración, dijo esa gran palabra: “Acordarse de Dios en lugar de respirar”. Es decir, debemos pensar en Dios más de lo que respiramos. La oración es el aliento del alma.

“El que no ora y no desea conversar con Dios constantemente, está muerto y sin vida. Todas las personas necesitan la oración más que los árboles necesitan el agua” (Crisóstomos).

“Por lo tanto, la primera lección que debemos aprender es que siempre debemos orar y nunca desistir de la oración. Porque con la oración nos acercamos a Dios. Y quien está con Dios, se ha apartado del diablo”, nos dice Grigorios Nyssis.

La oración es el mayor privilegio y honor para el hombre.

“Afortunado y bendito es aquel que puede hablar en cualquier momento con el gobernante supremo. Pero superior es el que conversa con Dios” (i. Chrysostomos).

Del número: Archim. Epifaniou Hatzigiagou, “Temas de construcción espiritual”. Publicaciones ortodoxas de Kypseli, página 22.