Aprende a orar a tu manera. En nuestra oración de la tarde, por ejemplo, ¿qué decimos? Damos gracias a Dios por el día que ha pasado y por todo lo bueno o malo que nos ha pasado; nos arrepentimos de los pecados que hemos cometido y prometemos repararlo; finalmente, le pedimos al Señor que nos proteja durante el sueño. Todo esto, pues, díselo a Dios con tu mente y con tu corazón.

En la oración recta, de nuevo, ¿qué decimos? Damos gracias al Señor por nuestro sueño y despertar benéficos, le pedimos su ayuda para las obras del día y le aseguramos que haremos todo para su gloria. Y dile esto con tu mente y corazón.

En la oración, tanto por la mañana como por la tarde, menciona tus necesidades, internas y externas, diciéndole al Señor como un niño: “¡Mira, Señor, mi enfermedad y mi debilidad! ¡Ayúdame y cúrame! Así que oren, alabando, agradeciendo y suplicando a Dios en sus propias palabras, después de las oraciones que leyeron del Libro de Oración.

Estas oraciones contenidas en la Oración, les aconsejo que las estudien cuidadosamente aquí y allá, en su tiempo libre, buscando la comprensión más completa y más clara posible de ellas. De este cuidadoso estudio nacerán en vuestra mente santos pensamientos y en vuestro corazón santos sentimientos, que serán reavivados en el momento de la oración, reteniendo vuestra atención y calentando vuestro corazón.

Nunca olvides que la esencia de la oración es elevar el corazón y la mente a Dios. Dios está en todos lados. El profeta David instruyó a su alma: “¡Alabado sea el Señor, alma mía, en todo lugar de su dominio!” (Sal. 102:22).

No os ocultaré que, aunque una vez pudisteis orar de todo corazón, os será muy difícil volver a hacerlo. Es Dios quien da la verdadera oración y el ángel de la guarda quien la fortalece. Viene y va. Sin embargo, no se nos permite abandonar la lucha en oración. La oración siempre visita al hombre que lucha por obtenerla, nunca al perezoso y perezoso.

No te impongas una regla de oración larga y pesada, una regla que excederá la medida de tus poderes psicosomáticos y te abrumará. Es mejor orar más a menudo durante el día y, cuando esté ocupado en cualquier otro trabajo, mantenga su mente en Dios.

San Teófano el Recluso

Del libro: Antología espiritual de las vidas y discursos de los santos de Rusia. Santo Monasterio de Parakletos, Oropos Attica 2018, pp. 311, 296, 298, 310.